Es argentina, trabaja con descartes y la seleccionaron para un prestigioso programa de artistas emergentes en Londres
La joven Laura Kazaroff obtuvo un lugar entre postulantes de todo el mundo para la última edición de New Contemporaries; con ironía, resignifica objetos cotidianos y juega con la ilusión de interactividad
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Todo empieza con un objeto que la atrae por su color, forma o textura. A veces son elementos descartados que encuentra en la calle: restos de una aspiradora, una jarra o un balde, que luego transforma en piezas que simulan ser funcionales. La artista argentina Laura Kazaroff estudiaba Diseño de Indumentaria en la UBA y trabajaba en una empresa textil cuando empezó a aprender a bordar. Poco a poco se fue alejando de sus orígenes y se interesó por la arquitectura, los objetos y los espacios. Aprendió a modelar en 3D y aplicó a una beca para la Maestría en Bellas Artes en Goldsmiths (University of London), donde comenzó a hacer esculturas e instalaciones con materiales como plástico, metal y madera.
“Lo que me inspira es siempre del orden de lo cotidiano, voy a un bazar y miro las lógicas de los objetos; me detengo en formas que me resultan atractivas aunque no hayan sido diseñadas con esa intención, como el palo del que nos sostenemos en el colectivo, un rallador de manzana, la baranda en la entrada de un edificio o una rejilla de ventilación, incluso muchas veces son objetos que se tratan de esconder”, dice en diálogo con LA NACION. Y si bien remarca que no viene “del mundo del arte” y no tiene grandes referentes, menciona como una de sus influencias al escultor y pintor argentino Omar Schiliro, cuya obra retrospectiva fue exhibida en 2018 en la Fundación Fortabat. Schiliro también trabajaba con objetos descartados que combinaba con vidrios, cristales o restos de antigüedades. En su última obra, Sin título (1993), una especie de ruleta de la fortuna, un timbre activa el movimiento de una cuchara de plástico que gira entre frases como “amigos buenitos”, “amorcito calentito”, “trabajito liviano” o “comidita rica”.
Kazaroff juega con la ilusión de interactividad en muchas de sus obras. Dispositivo de gaslighting es la escultura por la que fue seleccionada en la más reciente edición del programa británico New Contemporaries, que promueve el trabajo de artistas emergentes de todo el mundo desde 1949. Además de situarlos en el radar artístico británico e internacional, los 35 seleccionados —en esta ocasión elegidos por un jurado integrado por la fotógrafa Liz Johnson Artur, la artista visual Permindar Kaur y la argentina Amalia Pica— participan de una exposición colectiva en el prestigioso Institute of Contemporary Arts (ICA) de Londres. Allí, durante enero, febrero y marzo de este año, se expusieron esculturas, instalaciones, pinturas y videos que reflexionan sobre migración, identidad, sostenibilidad, consumismo y apocalipsis.
El Dispositivo de gaslighting promete ser mucho más veloz y efectivo que conversar durante años con cualquier terapeuta. Mediante una suerte de estetoscopio, mide los sentimientos y lanza un diagnóstico exprés que recuerda al papel dentro de las galletas de la fortuna: “Si amas algo, dejalo libre, si vuelve a vos, es tuyo, si no, nunca lo fue…” y regala una serie de números de la suerte. Los espectadores suelen pensar que pueden llevarse el diagnóstico, o probar el estetoscopio, pero terminan por descubrir que el artefacto es inútil.
Kazaroff se divierte con esa trampa y se burla de la ansiedad ajena, de que todo sirva para algo, de esa promesa de rápido camino al éxito. “Mi nonna compraba todos los productos que salían publicitados en canales como Sprayette, de uso muy específico, como el pelador de huevo. Te vendían, en general a las mujeres, que ibas a ahorrar muchísimo tiempo y al final tenían muchas partes, eran difíciles de lavar e imposibles de usar”, recuerda. De ahí la fascinación por los objetos que lucen de dudosa calidad, que decepcionan a la hora de cumplir su supuesta función. Quizás también los colores pastel y las superficies lisas y brillantes que caracterizan el universo de la artista estén relacionados con la presencia de mujeres fuertes en su familia. “Trabajo con formas curvas y si bien no es algo consciente, es cierto que muchas obras lucen como partes del interior del cuerpo de las mujeres; es accidental, pero me lo apropio”, explica.
Uno de sus últimos trabajos, el Potenciador de mecanismo de defensa, recuerda a los estimuladores de abdominales y asegura “apartar tus problemas inconscientemente”. La varita mágica que podría ser el sueño de cualquier niña fanática de Sailor Moon lanza el conjuro: “Es lo que hay”, en Autosabotaje. Kazaroff utiliza su estética encantadora, kitsch y adorable, y la mezcla con ironía y un gran sentido del humor para disparar contra la cultura de las soluciones rápidas. Toma términos relacionados con la salud mental, como gaslighting (esa forma de manipulación en la que una persona hace dudar a otra de su percepción), mecanismo de defensa o tóxico, para evidenciar cómo a través de su repetición constante en redes sociales o reality shows, terminan por vaciarse de significado.
“Miro mucho los realities de citas en que los participantes se conocen y rápidamente se casan; viven mencionando su mecanismo de defensa y siempre está el momento serio en que hablan de su salud mental. Esos programas usan estos términos en su propio beneficio, para validar su sistema y justificar lo injustificable: casarte con alguien que conocés hace dos días”, dice. En sus obras también utiliza frases como “Elijo ser feliz” o “Me acepto, me quiero y sigo adelante”, inspiradas en las afirmaciones o manifestaciones de una industria del bienestar que apunta a agilizar procesos, medicaliza y mercantiliza la salud mental, mientras nos propone “sanar y vibrar alto”, sin dejar de ser productivos.
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