Dos actos y cien años, a tan solo doce cuadras de distancia
Mientras en la Casa de la Cultura se entregaba ayer el premio María Ruanova de la danza, en el Teatro Colón se presentó el libro dedicado al centenario de los cuerpos estables
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Las doce cuadras que separan la Casa de la Cultura, sobre la Avenida de Mayo, y el Teatro Colón, en su entrada por la calle Libertad, no eran ayer las mismas de siempre. Al miércoles, día habitual de cortes en el Microcentro, se sumaban más movilizaciones como coletazo de la condena a la expresidenta. Pero había algo más perdurable y menos evidente que la coyuntura sobrevolando ese trayecto cuando caía la tarde; un espíritu centenario conectaba lo que estaba pasando en cada uno de esos edificios históricos.
En una coincidencia involuntaria, con menos de una hora de diferencia, comenzaban en sendos salones dorados dos celebraciones culturales a un mismo arte: por un lado, la entrega del premio anual María Ruanova -el único que consecutivamente, desde hace cuatro décadas, se dedica reconocer a figuras de la danza-, y la presentación de un libro de gran porte preparado para conmemorar el centenario de los cuerpos estables del mayor coliseo de Buenos Aires: el ballet, el coro y la orquesta. ¡Chapeau! Por momentos, la conexión era tal que no se entendía cómo un acto y el otro no estaban ocurriendo en un mismo sitio, al mismo tiempo.
Como habitualmente ocurre cada junio, el Consejo Argentino de la Danza (CAD) no solamente entregó el galardón que lleva el nombre de una pionera de la compañía del Colón a la excepcional Maricel De Mitri sino que reconoció la labor de siete maestros (María del Pilar Álvarez, Cinthia Ranieri, Marina Schampier, Sergio “El Pampa” Pérez y la fotógrafa Alicia Sanguinetti como socia honoraria). Algunas son parte de la historia del Ballet Estable y fueron alumnas de la propia Ruanova: Katty Gallo (en cuyo nombre recibió la placa y las flores Silvia Bazilis) y Liliana Belfiore, formadoras a su vez de artistas que hoy integran un organismo que, se entenderá por qué, es un tesoro de la cultura argentina.
Desde el primer minuto, en el Salón Dorado de la Casa de la Cultura la evocación al gran aniversario de los cuerpos estables del Teatro Colón se puso de manifiesto en el discurso de apertura de Natalia Álvarez, presidenta del CAD, y más tarde en las palabras de quienes recibieron su reconocimiento. Como siempre, la emoción fue la cuerda que mejor sonó en esta “reunión”, donde no faltó representación de ningún estilo: se dieron cita referentes del ballet clásico, la danza contemporánea, el folklore, el tango, el flamenco. A su turno, nadie dejó de mencionar la importancia del “encuentro”, algunos leyeron largos textos de agradecimiento, otros improvisaron discursos más breves y todos marcaron la importancia de tener un don, de dedicarse a transmitirlo, de comprometerse con esa misión.

De Mitri -que fue Giselle, Carmen, Kitri, Tatiana, Odette y tantas más- habló de esa “llamada” o “flechazo” que le hizo la danza y que tan bien le recuerdan sus niñas del taller de la casa de la cultura de la villa 21-24 de Barracas, las mismas que, sin miedo a la interrupción, se acercaron enseguida amorosamente y fuera de libreto le entregaron un ramo de rosas rojas y blancas. “Bendecida y muy interpelada” por la posibilidad que tuvo de formarse en el Instituto Superior de Arte y desarrollarse como profesional en el Ballet Estable del Teatro Colón, “que se pensó como un lugar de contención para que los bailarines puedan crecer humana y artísticamente, pero que nunca puede ser un espacio de comodidad”, De Mitri llegó a este otro escenario a recibir la placa dorada a su trayectoria sin apuro ni alharaca. “Se puede pasar por toda la carrera sin ningún premio. Este es el primero para mí”, dijo, y más adelante agregó: “No voy a dejar nunca de ser aprendiz. Cuando sea grande, quiero ser bailarina”. Qué verdad cuando afirmó: “Estoy dando lo mejor de mí”. ¿O acaso no fue eso lo que demostró hace unas semanas, como la dueña de la fábrica de cigarros donde la famosa Carmen se rebeló por última una vez?

Un libro, un gesto
María Ruanova, que integró primero (junto con sus dos hermanas, Ángeles y Matilde) y dirigió después la compañía de ballet que está cumpliendo un siglo, está mencionada al menos quince veces en Cien años de los elencos estables Teatro Colón, el libro que se presentó en el segundo acto de ayer, el que formalmente comenzó, entre copas y bandejeos, cuando integrantes del coro sorprendieron con un flash bomb del famoso “Va, pensiero” de la ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi.
Allí estuvieron los más altos funcionarios porteños, empezando por el jefe de gobierno Jorge Macri, la ministra de Cultura Gabriela Ricardes y el director general de la casa Gerardo Grieco. Los tres a su modo coincidieron en destacar el valor de los artistas que desde 1925 atravesaron la historia de los tres cuerpos, una palabra que se relaciona con organismo, y por lo tanto con la vida. Espontáneamente, algunos de ellos tomaron la palabra, como la coreuta Julia Manzitti o Haydee Zipman, la primera mujer en ingresar a la Orquesta Estable como violinista. También un grupo de bailarines representó a la actual formación del Ballet Estable, así como estuvieron presentes Paloma Herrera y Eleonora Cassano, ya retiradas y dedicadas al coaching y la docencia.

“Uno nunca sabe bien si las personas hacen las instituciones o las instituciones a las personas, o en qué proporción eso se da, pero sabemos que nadie es el mismo cuando pasa por el teatro. Ninguno de ustedes como artistas. Han dejado mucho aquí”, subrayó Ricardes, en línea con lo que antes Macri había expresado: “Lo más importante que tiene esta ciudad es su gente y lo más importante que tiene este teatro son sus artistas, y la capacidad de generar desafíos nuevos y elevar la vara. Desafiarnos en una formación cada vez más exigente es lo que hace honrar la historia”.
Fiel a su estilo, Grieco insistió en rescatar los orígenes para, desde allí, mirar al futuro. “Este libro es mucho más que un libro, es un gesto, es poner en valor el legado, y al mismo tiempo es una hoja de ruta. Es una reafirmación del sueño de los fundadores, de aquellas personas que hicieron esta inversión estratégica en Buenos Aires para ponerla a la altura de las mayores capitales y que al ratito crearon los elencos estables para darle continuidad a una producción de calidad, para tener un lenguaje propio, para ser cuna de nuestros grandes talentos, para traer lo mejor del mundo a esta ciudad, aprender de ellos y proyectarnos en el mundo. Vaya si lo lograron”, evocó el director general del teatro.
El volumen, que con gran despliegue visual alterna un recorrido cronológico con grandes títulos e hitos de este siglo transcurrido hasta aquí, rinde homenaje al legado de tres organismos fundamentales de la cultura argentina. Se encuentra disponible en la tienda del Teatro Colón, a $ 75.000.
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