Un matrimonio arreglado en un ámbito campero es el entorno de esta puesta, con sólidas actuaciones de Vando Villami, Antonia Bengoechea y Félix Santamaría
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Autora: Sandra Franzen. Dirección: Luis “Indio” Romero. Director asociado: Sebastián Vigo. Intérpretes: Vando Villamil, Antonia Bengoechea y Félix Santamaría. Vestuario y Escenografía: Marcelo Valiente. Iluminación: Agnese Lozupone. Sonido: Joaquín Segade. Sala: Picadero (Pje. Enrique Santos Discépolo 1857). Funciones: domingos, a las 16. Duración: 65 minutos. Nuestra opinión: buena.
Maldita (casi un anagrama de Matilde, el nombre de la protagonista) pertenece al universo de obras sobre el deseo femenino enfrentado a los mandatos sociales, impuestos por un orden que expulsaba a las inadaptadas. De alguna manera, con todas sus diferencias pero permítase la libre asociación, la joven Matilde de la Pampa gringa abraza a Yerma y a Nora, las emblemáticas mujeres de Lorca y de Ibsen.
Matilde y Avelino conforman un matrimonio arreglado por dos hombres de edades cercanas, el padre de la chica y el marido, un chacarero que ha tenido esposas pero no hijos e intenta, una vez más, lograr descendencia, el ansiado varón que continúe el apellido y el trabajo de sus tierras. El ámbito campero está delineado de modo austero, por las paredes rugosas de un rancho, en algún momento de los inicios del siglo XX, a juzgar por el vestuario y por las referencias citadas en los diálogos: estos dos personajes son hijos de inmigrantes italianos y fueron espectadores del circo de los hermanos Podestá.
Este encuadre espacio temporal ha sido visitado por la dramaturga y directora santafesina Sandra Franzen, autora de esta obra y muchas otras como El corazón del incauto (junto con Patricia Suárez), Gira trunca y, con el mismo triángulo de personajes (dos jóvenes y un patrón maduro), Un susurro de alas, texto ganador del concurso Roberto Arlt, organizado por la UNA, y que protagonizó Osvaldo Laport en 2019.
El conflicto se presenta de entrada. Tres años de matrimonio y el embarazo no llega. ¿De quién es la culpa? Por supuesto de la mujer, dice el marido, por lo que tendrá que hacerse cargo de las consecuencias. Si no es madre, Avelino amenaza con encerrarla en un convento. Matilde, entonces, buscará la única solución a mano, un joven criollo llamado Florencio Braida, trabajador golondrina en esa zona rural donde ha echado fama de “toro” por fecundar a varias señoras, según le ha contado la curandera del pueblo. A diferencia de Yerma, Matilde no quiere ser madre pero “debe” parir para cumplir el deseo irreductible del marido. Y trama una estrategia que la conducirá a descubrirse, a pensar por primera vez en ella misma. A Braida, que también quiere encuadrarla en su propio deseo, le dice: “¡Todos se creen mis dueños! Hasta el crío se cree mi dueño. Me tiene retenida en este lugar que me sofoca cada vez más. Hace días que una puntada me oprime el corazón y me invade una tristeza que me hace doler todo el cuerpo. En el convento hubiese sido más libre”. Después de todo, los dos hombres supuestamente enfrentados comparten una misma dificultad que no pueden avasallar.
Instinto por la vida
El único ser que la joven siente cercano es Galguito, un perro con casa, comida y hasta una caricia de vez en cuando; sin embargo, corre y mata a las gallinas del patrón por lo que primero lo atan y después, ante la reincidencia, proyectan sacrificar. Para Matilde, la conducta del Galguito se explica igual que la de ella, el despertar del “instinto por la vida”. Instinto que también demuestra un “ternero guacho” que, sin madre que lo amamante, anda solo mendigando comida.
En esta obra, el director Indio Romero (ART, El amateur, Casi normales, El hombre inesperado, entre muchas otras) trabaja con el director asociado Sebastián Vigo (del mismo modo que Romero fue el asociado del británico Mick Gordon en la puesta original de ART y Mi bella Dama), es decir, alguien que conoce a la perfección los lineamientos del director y puede, entonces, reemplazarlo si fuera necesario.
La obra tiene cortes que sintetizan el paso del tiempo que en total, sería aproximadamente un año o poco menos. La música elegida por el director es romántica -el “Preludio en Mi menor Op.28 N°4” de Frédéric Chopin-, que subraya la condición melodramática de la obra, pero combinada con la atonalidad de Arnold Schoenberg.
Grandes actuaciones de los tres intérpretes: Antonia Bengoechea como Matilde, Félix Santamaría como Braida (ambos trabajaron en la película Argentina 1985) y, en especial de quien hacía mucho no se veía en escenarios, Vando Villamil como Avelino.
Por último, una pregunta que no puede obviarse acerca de si el espectador actual puede o no admitir el melodrama de época. Según lo presenciado en el estreno, gran parte del público se ríe ante situaciones de maltrato machista, tal vez porque solo puede soportarlas en clave paródica. Si es un problema del público de esa función o si persiste como signo de un cambio será una cuestión que resolverá el tiempo.
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